lunes, 1 de julio de 2019

El universo interno de las novelas



“Cuando, en mi juventud, empecé a tomarme las novelas en serio, aprendí también a tomarme la vida en serio. Las novelas literarias nos convencen de que debemos tomarnos la vida en serio demostrando que tenemos poder para influir en los acontecimientos y que nuestras decisiones personales moldean nuestras vidas. En sociedades cerradas o semicerradas, donde la elección individual está restringida, el arte de la novela sigue subdesarrollado. Pero cuando el arte de la novela se desarrolla en estas sociedades invita a la gente a examinar sus vidas, y lo logra mediante la presentación meticulosa de narraciones literarias elaboradas sobre decisiones, sensaciones y rasgos personales del individuo. Cuando dejamos a un lado las narraciones tradicionales y empezamos a leer novelas, sentimos que nuestro propio mundo y nuestras elecciones pueden ser tan importantes como acontecimientos históricos, guerras internacionales y decisiones de reyes, bajás, ejércitos, gobiernos y dioses, y que nuestras sensaciones y pensamientos tienen el potencial de ser mucho más interesantes que todos ellos, lo cual resulta aún más sorprendente. En mi juventud, mientras devoraba novelas, sentía una asombrosa sensación de libertad y confianza en mí mismo.

         Este es el punto en el que los personajes literarios entran en escena, porque leer una novela significa mirar el mundo a través de los ojos, la mente y el alma de los personajes de la novela. Las historias, las novelas de caballerías, las epopeyas, los masnavis (cuentos narrados en pareados, en turco, persa, árabe o urdu) y las largas narraciones poéticas de la época premoderna, describen de forma típica el mundo desde el punto de vista del lector. Por lo general, en estas narraciones el héroe se halla inmerso en el entorno de un paisaje, y nosotros los lectores fuera de este. La novela, sin embargo, nos invita a adentrarnos en él. Vemos el universo desde el punto de vista del héroe, a través de sus sensaciones y, cuando es posible, a través de sus palabras. (En el caso de la novela histórica, este tipo de representación se ve limitada debido a que el lenguaje el personaje debe ajustarse con naturalidad al contexto del período. La novela histórica funciona mejor cuando sus artificios y recursos de contextualización son perceptibles.) Visto a través de los ojos de sus personajes, el mundo de la novela nos parece más próximo y comprensible. Es esta proximidad la que otorga al arte de la novela su poder irresistible. Sin embargo, el foco principal no es la personalidad y la moralidad de los personajes principales, sino la naturaleza de su mundo. La vida de los protagonistas, su lugar en el mundo, el modo en que sienten, ven y se relacionan con su mundo: este es el tema de la novela literaria. […]

         La principal cualidad que distingue la novela de otras narraciones largas y que la convierte en un género muy apreciado por una amplia base de lectores es el modo en que se lee: el acto de ver cada uno de estos pequeños puntos, estas terminaciones nerviosas a lo largo de la línea, a través de los ojos de una de estas figuras de la historia, y el proceso de asociar estos puntos con los sentimientos y percepciones de los protagonistas. Tanto si los acontecimientos se narran en primera como en tercera persona, tanto si el novelista o el narrador es consciente o no de esta relación, el lector absorbe todos los detalles del paisaje general al asociarlos con las emociones y los estados de ánimo de un protagonista próximo a los hechos. Así pues, esta es la regla de oro del arte de la novela, que deriva de la propia estructura interna de la novela: al lector debería quedarle la impresión de que incluso la descripción de una escena sin personajes o de un objeto que es secundario para la historia es una extensión necesaria del mundo emotivo sensual y psicológico de los protagonistas”.

Capítulo 3. Fragmento