jueves, 23 de abril de 2020

La luz de la imaginación



“Desde mis primeras lecturas, el mundo imaginario y el mundo real se confundieron, no de una manera que me haya llevado a vivir en un mundo falso, sino, por el contrario, volviendo concreto lo imaginario. Aprendí a utilizar las historias imaginarias para esclarecer la realidad, de manera tal que no fuera necesario pasar por una especie de representación documental del mundo y de la vida para entenderla; al contrario, permití que las historias imaginarias iluminaran esa realidad de una manera bien concreta y profunda.

Contra lo que se pueda pensar, la acumulación de hechos documentales no reconstruye la experiencia de la realidad. La presenta como pieza de museo, pero una pieza de museo no es la experiencia vivida, y leer, por ejemplo, la historia de un joven marino en Las mil y una noches me enseña mucho más sobre la relación entre causalidad e imprevisibilidad que una definición psicológica o científica. Eso no quiere decir que no me interesen la psicología, las ciencias naturales o las matemáticas, pero sobre todo me interesan cuando no intentan reducir el conocimiento del mundo a una fórmula.

Las ideas deben, necesariamente, permitir un diálogo, deben ser un punto de reflexión y no una conclusión. Lo que me interesa cada vez más no es la literatura en sí, sino la literatura como forma de interrogar al mundo. Las historias que terminan cuando se lee la última página pueden dejarme satisfecho media hora, pero necesito que se abran, poder transformarlas, para que me resulten totalmente prácticas. Una de las grandes mentiras que se nos cuenta desde siempre es que la literatura es un pasatiempo, un lujo casi superfluo. En realidad, la literatura es un lugar tan concreto como la pieza en la que estamos en este instante y no es un pasatiempo, sino que ella misma está hecha de tiempo. Habita, cuando es verdadera, el pasado, el presente y el futuro. Pienso que la enseñanza de la literatura pasa por darse cuenta de eso. Sólo cuando el estudiante advierte que es su historia la que se cuenta, su lugar el que se define, su tiempo el que se está reflejando en el libro, el estudiante se vuelve lector. La literatura que cuenta es la que amplía nuestra vida.

A pesar de las estrategias mercantiles, de las exigencias industriales, de las censuras políticas a veces groseras, a veces sutiles, siempre va a seguir existiendo la fuerza de la imaginación creativa, la voluntad, incluso la necesidad, de crear con palabras modelos útiles para el mundo. Los mundos imaginarios hechos de palabras nos permiten vivir conscientemente en el mundo cotidiano, comprender, o empezar a comprender, nuestro destino, encontrar un consuelo a pesar de los sufrimientos y el desaliento a los que nos enfrentamos días tras día. Creo que siempre existirá la literatura”.

Conversaciones con un amigo (fragmento).
Alberto Manguel