“Los personajes que aparecen en mis libros luchan por cosas que
les importan. Nunca he sido capaz de escribir acerca de lo que parece interesar
a la mayor parte de los novelistas: lo que podríamos denominar el factor
sociológico, el mundo de cosas que nos rodean, el mundo de gustos y modas. Mi
literatura es más simple que eso, es más profunda, es, probablemente, mucho más
ingenua. Trata de vivir y morir y hallarle un sentido a lo que hacemos en este
mundo. Todas las preguntas fundamentales que te haces cuando tienes quince
años, intentar aceptar el hecho de que vives en este planeta, encontrar alguna
razón para existir. Estas son las preguntas que impulsan a mis personajes.
Supongo que con el
tiempo he acabado considerándome, más que un novelista, alguien que cuenta
historias. Creo que las historias son el alimento básico del alma. No podemos
vivir sin historias. De una manera u otra, toda persona se alimenta de ellas desde
que tiene dos años hasta que muere. La gente no tiene por qué leer
necesariamente novelas para satisfacer su ansia de historias. Ven la tele o
leen cómics o van al cine. Les lleguen como les lleguen, estas historias son
cruciales.
A través de las
historias luchamos para hallarle sentido al mundo. Eso es lo que me hace seguir
adelante: lo que justifica que me pase la vida encerrado en una pequeña
habitación, poniendo palabras sobre el papel. El mundo no se acabaría si no volviera
a escribir otro libro. Pero a fin de cuentas no creo que sea una actividad
completamente inútil. Formo parte de la gran empresa humana que intenta
encontrar sentido a lo que hacemos en este mundo.
En el proceso de
escribir hay muchos momentos de desolación, muchos momentos en que te preguntas
por qué lo haces y qué sentido tiene: a veces es importante recordar que no lo
hacemos en vano. Esta es la única cosa que he encontrado que para mí tiene
sentido”.
Experimentos
con la verdad (fragmento).
Paul Auster
Fotografía: Jonathan Irish. National Geographic