lunes, 7 de enero de 2019

Poema de los dones



Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría

de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esa alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.


Del libro El hacedor (1960)


miércoles, 2 de enero de 2019

Embelecos humanos


I
De las obligaciones y los sacrificios

“Las obligaciones no se hacen por cumplimiento del deber, sino porque su descuido haría que el hombre no se sintiese satisfecho. Un hombre cumple sólo un deber el deber de lograr su satisfacción personal, el deber de hacerse agradable a sí mismo. Si puede realizar cumplidamente este único deber ayudando a su prójimo, lo hará; si puede cumplidamente realizarlo engañando a su prójimo, lo hará asimismo. Pero siempre busca el motivo número uno, primero; los efectos sobre los otros son un asunto secundario. Los hombres aseguran sacrificarse, pero es esta una cosa que en el sentido corriente de la palabra no existe y no ha existido nunca. Un hombre cree con frecuencia que se está sacrificando por algún otro, pero se equivoca; su impulso profundo es satisfacer un requerimiento de su naturaleza, costumbres y medio ambiente, y con ello proporcionarse paz espiritual. […]

II
La insolvencia de todo fanatismo

Desde la cuna a la tumba, en todas las horas de vigilia el ser humano está en continua experiencia de influencias. En un primerísimo puesto entre estas está la asociación. Es la proximidad de los otros hombres que le rodean, lo que influencia su mente y sus sentimientos, la que le da sus ideales, la que le sitúa en el camino a seguir y le mantiene en él. Si abandona este camino se encontrará despreciado por aquellas gentes a quienes más ama y estima y cuya opinión valoriza más. Es un camaleón; por ley de su naturaleza toma el color del lugar donde habita. Las influencias que le rodean crean sus preferencias, aversiones, política, gustos, moral y religión. No crea ninguna de estas cosas por sí mismo. Lo cree así, pero es porque no ha reflexionado sobre esta cuestión.

¿Habéis visto presbiterianos? ¿Por qué motivo han llegado a ser presbiterianos y no congregacionistas? ¿Y por qué los congregacionistas no son bautistas, y los bautistas católicos, y los católicos budistas, y los budistas cuáqueros y los cuáqueros episcopalianos, y los episcopalianos milleritas, y los milleritas hindús, y los hindús ateos, y los ateos espiritistas, y los espiritistas agnósticos, y los agnósticos metodistas, y los metodistas confucianos, y los confucianos unitarios, y los unitarios mahometanos, y los mahometanos del Ejército de Salvación, y los del Ejército de Salvación adoradores de Zoroastro y los de Zoroastro de la Ciencia Cristiana, y los de la Ciencia Cristiana mormones, y así sucesivamente? […]

Esta lista de sectas no es una relación de estudios, investigaciones y búsquedas de la verdad; principalmente (y sarcásticamente) ponen de manifiesto lo que puede hacer la asociación. Si conocéis la nacionalidad de un hombre podéis adivinar con un mínimo muy escaso de error la naturaleza de su religión. […] Y cuando conocéis la naturaleza de la religión del individuo, sabéis qué clase de libros religiosos lee cuando desea más instrucción y qué clase de libros procura no leer, para evitar el adquirir, aunque fuera casualmente, más conocimientos de los que quiere. […] Constantemente estamos oyendo hablar de gentes que andan a la búsqueda de la Verdad. Nunca he encontrado un solo ejemplar (permanente). Creo que no ha existido jamás. Pero he conocido a varios individuos, completamente sinceros, que creían ser unos (permanentes) buscadores de la Verdad. Buscaron con aplicación, persistencia y cuidado, con cautela y profundidad, con un criterio honesto y preciso, hasta que creyeron que sin duda ni vacilación alguna habían encontrado la Verdad. Este fue el fin de la investigación. Estos hombres pasaron el resto de su vida recogiendo maderas con las cuales proteger su Verdad de las inclemencias del tiempo. Si un hombre andaba buscando la Verdad en política la encontró en uno de los cien evangelios políticos que gobiernan al hombre en la tierra; si buscaba la Única Religión Verdadera, la encontró en una u otra de las tres mil que existen en el mercado. En todo caso, cuando dio con la verdad, ya no buscó más, sino que a partir de ese día con el soldador en una mano y un garrote en la otra, remendó sus grietas y discutió con sus enemigos. Ha habido innumerables investigadores temporales de la Verdad. ¿Pero habéis oído de alguno permanente? Dada la naturaleza del hombre es imposible que exista tal persona”.

Fragmento