“Esta novela es la primera que escribí, casi puedo decir lo
primero que escribí, si se exceptúan unos pocos cuentos. ¿Qué impresión me hace
retomarla hoy? ¿Qué efecto me hace releerla ahora? […] La desazón que durante
tanto tiempo me ha causado este libro en parte se ha atenuado, en parte
continúa: es la relación con algo mucho más grande que yo, con emociones que
han implicado a todos mis contemporáneos, y tragedias, y heroísmos, e impulsos
generosos y geniales, y oscuros dramas de conciencia. La Resistencia: ¿cómo
entra este libro en la literatura de la Resistencia? […] A mí esta
responsabilidad terminaba por hacerme sentir que el tema era demasiado
comprometido y solemne para mis fuerzas. Y entonces, justamente para no dejarme
intimidar por el tema, decidí abordarlo no de frente sino en escorzo. Todo
debía ser visto por los ojos de un niño, en un ambiente de pilluelos y
vagabundos. Inventé una historia que se mantuviera al margen de la guerra
partisana, de sus heroísmos y sus sacrificios, pero que al mismo tiempo
transmitiera su color, su áspero sabor, su ritmo…
Quien comenzaba entonces a escribir se
encontraba tratando la misma materia que el narrador oral anónimo: a las
historias que habíamos vivido personalmente o de las que habíamos sido espectadores,
se añadían las que nos habían llegado ya como relatos, con una voz, una
cadencia, una expresión mímica. Durante la guerra partisana las historias se
transformaban apenas vividas y se transfiguraban en historias contadas por las
noches en torno al fuego, iban adquiriendo un estilo, un lenguaje, un humor
como de bravata, una búsqueda de efectos angustiosos o truculentos. Algunos de
mis cuentos, algunas páginas de esta novela, tienen en su origen esa tradición
oral recién nacida en los hechos, en el lenguaje. […]
Tenía un paisaje. Pero para poder
representarlo era preciso que se volviera secundario con respecto a otra cosa:
a gentes, a historias. La Resistencia representó la fusión entre paisaje y
gentes. La novela que de otra manera no habría conseguido escribir jamás, aquí
está. El escenario cotidiano de toda mi vida se había vuelto enteramente
extraordinario y novelesco: una sola historia se desovillaba desde los oscuros
soportales de la Ciudad Vieja hasta los bosques, en lo alto; era un perseguirse
y esconderse de hombres armados; incluso lograba representar las villas, ahora
que las había visto requisadas y transformadas en cuerpos de guardia y
prisiones; también los campos de claveles, desde que se habían convertido en
descampados, peligrosos de atravesar, evocadores de ráfagas de metralleta
desgranándose en el aire. […]
Puedo definirlo como un ejemplo de
literatura comprometida, en el sentido más rico y pleno de la palabra. Hoy, en
general, cuando se habla de literatura comprometida uno se hace una idea
equivocada, como de una literatura que sirve para ilustrar una tesis ya
definida a priori, independientemente de la expresión poética. En cambio, lo
que se llamaba el compromiso, puede irrumpir en todos los niveles; aquí quiere
ser ante todo imágenes y palabra, empuje, tono, estilo, arrogancia, desafío.
Las lecturas y la experiencia de la
vida no son dos universos sino uno. Para ser interpretada, cada experiencia de
la vida pide auxilio a ciertas lecturas y se funde con ellas. Que los libros
nacen siempre de otros libros es una verdad en contradicción sólo aparente con
la otra: que los libros nacen de la vida práctica y de las relaciones entre los
hombres. […]
Miro pues hacia atrás, miro la
estación que se me presentó atestada de imágenes y de significados: la guerra
partisana, los meses que contaron como años y de los cuales uno tendría que
poder obtener durante toda la vida rostros y advertencias y paisajes y
pensamientos y episodios y palabras y conmociones: todo es lejano y brumoso, y
las páginas escritas ya polemizan con una memoria que era todavía un hecho
presente, macizo, que parecía estable, dado de una vez por todas: la
experiencia… y no me sirven, necesitaría todo lo demás, exactamente lo que no
está”.
Fragmento de una nota preliminar escrita
por el autor en 1964, diecisiete años después
de la primera publicación de la obra.