“¿Qué ocurre con todos aquellos escritores que
sólo acertaron de lleno una vez, y esa única vez les dio para pocas páginas,
veinticinco, diez, cinco? Habría que preguntarse si el mismísimo Cervantes
acertó de lleno más de una vez. De lo que no cabe duda es de que tuvo el
aliento, la paciencia, la imaginación o la suerte de que esa segura vez (que en
principio iba a ser breve) le durara años y centenares de páginas. A veces
pasar a la historia de la literatura es más bien una cuestión de insistencia,
variaciones y dosificación.
Lo escrito y olvidado
es incomparablemente más vasto que lo escrito y recordado, y hay páginas
extraordinarias que nadie conoce porque quizá están en medio de tantas más
desdeñables. No basta una imagen, una metáfora, una reflexión, un pasaje
magníficos; no basta una sola página, ni siquiera -así parece- un cuento, un
solo cuento. Y sin embargo, ¿no es posible que muchos de los hombres que, en la
expresión de Stevenson, se han dedicado a «jugar con papel» hayan tenido una
idea brillante que además les haya inspirado una ejecución perfecta una
sola vez y durante pocas horas?
El cuento fantástico
o de horror o de fantasmas […] se trata de un género que, aunque normalmente
relegado a la mera condición de tal, tiene la capacidad y la virtud de
enfrentarse de manera abierta y directa con los grandes temas de la literatura:
la soledad, el miedo, el amor, la venganza, la risa, la cobardía, la locura, la
muerte, también la guerra, o el combate al menos. Lo que tiene en su contra, la
acusación que no se le hace explícitamente pero por la que se le pasa factura y
se lo rebaja, es justamente la de no ser demasiado metafórico, lo bastante
indirecto, lo bastante sutil. En el fondo se le reprocha su propia y mayor
virtud, la de atacar descarnadamente lo que, por otra parte, constituye la
materia y esencia de la literatura, o de la más perdurable. […]
Hay muchos escritores
que sólo dieron un fulgor, y por ese motivo cuantitativo han quedado olvidados.
[…] La mayor parte de los relatos pertenece al período llamado de entreguerras,
que fue un período particularmente duro y fértil para la literatura inglesa.
Durante los años veinte y treinta hubo una gran proliferación de escritores
estimables o extraordinarios en el Reino Unido, aunque muchos de ellos vieron
truncadas, aplazadas o desviadas sus carreras literarias. Y en esos años hubo
una excelente cosecha, comparable a la de los años en que se desarrolló la
novela gótica, de cuentos de ese género con varios nombres.
Esta antología
pretende ofrecer una serie de relatos que, siendo casi enteramente desconocidos
en la actualidad (incluso en su país de origen, incluso para los más fervorosos
amantes del género), podrían, sin embargo, rivalizar con muchas de las piezas
más célebres de la literatura de fantasmas o de horror o fantástica. Su única falta
para no lograrlo fue quizá que eran únicos.
Sólo me queda
reconocer, por último, que uno de los autores de Cuentos únicos no existió nunca y es pura invención, su nota
biográfica incluida, y que el autor del relato, por tanto, jamás fue traducido,
sino escrito directamente en español”.
Fragmento